Folk Tale

La doncella sin brazos

AuthorJesús Suárez López
Book TitleCuentos del Siglo de Oro en la tradición oral de Asturias
Publication Date1998
ATU706
LanguageAsturian
OriginSpain

Era un hombre que quedó viudo, y tenía una hija y volvió a casase. Y la madrasta no quería la hija que tenía. Tuviera otras dos hijas, pero la hijastra era muy guapa, muy hermosa. Todos querían más la hijastra que a las hijas. Ella nun sabía qué hacer. Preguntaba a una vecina:

¿Yo qué haré a esta chica que no miren pa ella? Todos miran pa ella ya pa las mías nada.

Mira, dale con el rabol gato na cara.

Hacíala más guapa todavía.

Bueno, ¡pues si yá más guapa todavía!

Pues dale a las tuyas.

A las della quedábale el rabo del gato marcáu na cara.

Tírale una sartenada de aceite a la cara, que le quemes la cara.

Tirábale la sartenada de aceite, ¡todavía era más hermosa!

Pues hácelo a las tuyas.

Quemábales la cara.

Bueno, pues nun sei nada qué voy hacer.

Dizle la vecina:

¡Córtale los brazos! Así naide la quier.

Hala. Marchóse, ya llegó a una casa y pidió posada ahí y, claro, tenían que darle de comer y todo. Lleváronla a la habitación, era taba un hijo ya la madre allí solos, vivían solos. Lleváronla a la habitación, fuei la madre con ella a llevala a la habitación, y cuando él se fue a la cama vio en la habitación ¡unos reflejos de! Dice:

Madre, mire lo que hay en esta habitación.

Al día siguiente pola mañana levántase y ella seguía siendo muy guapa. Dice:

Yo me caso con ella, màma.

¡Ay, hijo, así sin brazos ni nada!

Es tan guapa que yo toi namorado perdido.

Pola mañana asómase a un ahujero de la puerta, ¡taba la Virgen peinándola!

Nada, ¡cásome con ella!

Casóuse con ella. Conque, bueno, tuvieron una niña ya un niño. Eran muy bonitos, el sol en la cara ya la luna. Ella era guapa y los niños igual. Bueno, él fue pa Madrid. Escribíale cartas, escribíale cartas muy bonitas. Y taba la madrasta en correos, donde recibían las cartas y eso, ¿eh? Las rectificaba pa mandárselas a ella, bueno, ¡unas cartas horribles! Eran gemelos los niños, que quedaba en estáu cuando él marchó. Tuviera una niña ya un niño. ¡Ay, la madre taba que nun se aguantaba de contenta! Escribía la madre diciendo:

¡Ay, hijo mío, tienes unos niños! Si ella es bonita los niños son igual, ¡son maravillosos!

Taba la madrasta, leía las cartas, y mandóule una carta que tenía un perrito ya una perrita. Bueno, venían las cartas dél, poníaselas también loutra

Entós díjole ella:

¡Ay, yo tengo que marcharme! Éste vien desafiándome a matarme.

¡Oi, mujer!, ¿cómo te vas a ir con estos niños? Eso es imposible, mujer, nun pué ser, sin brazos, ni puedes darles de comer ni tú comer ni nada.

¡Hágame unas alforjas!

Púnsolos nunas alforjas y llevaba uno alante y otro atrás. Y llegó a una fuente ya encontróse con una señora.

¡Ay, señora!, ¿usté puede ayudarme a dar de comer a estos niños?

Sí. Mira, moja un hombro en esta fuente.

Salióle un brazo.

Ahora moja el otro.

Salióle el otro brazo. Ya hízole allí ¡un castillo!

Ahora vives aquí con tus hijos. Aquí vendrá tu marido a buscarte.

Conque vien aquel hombre a casa ya, ¡oi!, la madre casi se quería tirar a él:

¡Ay Dios, hijo del alma! ¿Tú cómo mandabas esas cartas?

Enseñóule las cartas.

Yo esas nu las escribía, màma, no. ¡Eso es la madrasta!

Pues mira, ella marchó toda de miedo.

Bueno, cogiú dos hombres pa ir con él en busca della. Llegaron a aquel castillo y pidieron pa que les diera de comer y, iban muy cansaos. Conque, bueno, cuando entraron los niños tiráronse a él

Màma, ¡éste es papá!

¡Ay!, no haga caso destos niños, no hagan caso destos niños. Son cosas de niños.

Pero ellos nun se despegaban del padre. Decía él a los otros:

Es igual que la mujer mía, sólo que tien brazos y la mía no los tien.

Y dijeron los otros:

Coño, ¿ya los niños? ¿Cómo los niños dicen que eres papá? Es algo chocante esto.

Entós díjole él:

Bueno, tú tienes brazos, eres igual que mi mujer. ¿Tú eres acaso mi mujer? ¿Pero cómo tienes brazos?

Entós ella contóuselo:

Me encontré aquí con la Virgen, me mandó mojar los hombros en la fuente y me salieron los brazos. Y ella me dijo que aquí me ibas a venir a buscar. Sí, es verdá que soy tu mujer, ya los niños son tus hijos. Y ahora vas a ir buscar a tu madre y la traes para aquí. Vivimos todos aquí juntos.

Y allí vivieron todos juntos, felices comiendo perdices.


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