Folk Tale

El país donde nunca se muere

Translated From

II paese dove non si muore mai

AuthorItalo Calvino
Book TitleFiabe italiane
Publication Date1956
LanguageItalian

Other Translations / Adaptations

Text titleLanguageAuthorPublication Date
The Land Where One Never DiesEnglishGeorge Martin1980
AuthorCarlos Cámara
Book TitleFiabe italiane
Publication Date0
LanguageSpanish
OriginItaly

Había una vez un joven que se despidió de sus padres y sus amigos y partió en busca del país en el que nunca se muere. A todos aquellos con los que se cruzaba, les preguntaba:

"¿Saben dónde se encuentra el país en el que nunca se muere?".

Pero nadie sabía contestarle.

Un día se encontró a un viejo que empujaba una carretilla llena de piedras.

"¿No quieres morirte?”, preguntó el viejo. “¡Quedate conmigo! No morirás antes de que yo haya transportado toda esta montaña con mi carretilla, piedra tras piedra".

"¿Cuánto tiempo hará falta".

"100 años, por lo menos".

"¿Y después me moriré?".

"Por supuesto".

"Entonces, no es lo que deseo". El joven siguió su camino y llegó a un inmenso bosque; un viejo estaba cortando las ramas con una hoz.

"Si no quieres morirte, quedate conmigo; no podrás morirte antes de que yo termine de cortar todo este bosque con mi hoz".

"¿Y cuánto hará falta?".

"200 años, por lo menos".

"¿Y después me moriré? No es lo que quiero". El joven volvió a ponerse en marcha y llegó a orillas del mar; se encontró a un viejo que estaba observando a un pato que bebía el agua del mar.

"No te morirás hasta que el pato no se haya bebido toda el agua del mar", dijo el viejo.

"¿Y cuánto hará falta?".

“300 años, por lo menos".

"¿Y después me tendré que morir?”.

"Obviamente". "Entonces no es lo que deseo".

Una noche llegó hasta un magnífico palacio. Llamó a la puerta y salió un viejo.

"¿Sabría decirme dónde se encuentra el país en el que nunca se muere?".

"¡Es éste! ¡Mientras vivas aquí, no morirás!".

El joven se quedó con el viejo durante largos años, sin darse cuenta del tiempo transcurrido. Un día dijo:

"Me gustaría ir a ver qué fue de mis padres".

"Ya han muerto", dijo el viejo.

"Quisiera volver a ver mi tierra".

"Entonces coge el caballo blanco que corre rápido como el viento y ten cuidado: no pongas pie en tierra por ningún motivo, de otro modo morirás".

El joven montó en el caballo y partió.

Donde estaba el mar había un gran prado. "¡Hice bien en no quedarme aquí!", se dijo el joven.

Donde se encontraba el bosque había un terreno desnudo, sin un árbol siquiera. Y en el lugar en que se erguía la montaña, ahora había una llanura.

Llegó a su tierra: todo estaba cambiado. Buscó su casa pero ni siquiera encontró el camino. Preguntó por su familia y sus amigos, pero nadie los recordaba.

"Sólo me queda volver al lugar de donde he venido", pensó.

Camino de regreso, vio, parado a un lado del camino, una carreta repleta de viejos zapatos arrastrada por un buey.

El carretero le dijo: "Señor, por favor, ayúdeme. La rueda está atascada".

"Tengo prisa", dijo el joven, "y, además, no puedo apearme".

"Se lo ruego; ya se va la luz y no puedo avanzar".

El joven se apiadó y bajó del caballo, pero no bien puso un pie en tierra el carretero lo aferró por el brazo:

"¡Por fin te atrapé! Soy la Muerte, y todos los zapatos que ves en la carreta los he gastado en seguirte; pero es inevitable que todos ustedes caigan tarde o temprano en mis manos, tú lo mismo que los otros: ¡no hay manera de huir de mí!".

Y el joven se vio obligado a morir como todos los demás hombres.


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