Folk Tale

Los Bandoleros

Translated From

Разбойники

AuthorАлександр Афанасьев
Book TitleНародные Русские Сказки
Publication Date1855
LanguageRussian
LanguageSpanish
OriginRussia

Eranse un pope y su mujer que tenían una hija llamada Aliónushka. Un día en que debía celebrar una boda en otro pueblo, el pope se dispuso a ir con su mujer, dejando a la hija sola en casa. -Me da miedo quedarme sola -le dijo Aliónushka a su madre. -Pues llama a tus amigas y que pasen la velada contigo. Cuando el pope y su mujer se marcharon, Aliónushka llamó a sus amigas. Vinieron muchas, cada una con su labor. Unas hacían punto, otras tejían cestillos o hilaban. Una de las muchachas dejó escapar el huso, que echó a rodar y cayó a la cueva por una rendija. La muchacha bajó a buscarlo y allí descubrió, detrás de una cuba, a un bandolero que la amenazaba con el dedo: -Si quieres quedar con vida, no se te ocurra contarle a nadie que estoy aquí. Salió la muchacha de la cueva, lívida de puro pálida, y se lo contó al oído a una de sus amigas. Esta se lo contó a otra, la otra a una tercera, hasta que todas, asustadísimas, se dispusieron a volver a sus casas. -¡Si es muy pronto! Quedaos otro poco -les pedía Aliónushka. Pero la una que si debía ir por agua, la otra que si tenía que llevarle una pieza de lienzo a la vecina..., el caso es que todas se fueron. Aliónushka se quedó sola. Cuando el bandolero advirtió que todo estaba en silencio, salió de la cueva y le dijo: -Hola, muchacha hermosa, tan limpia y hacendosa. -Hola -contestó Aliónushka. El bandolero husmeó por toda la casa y aun salió al patio para ver si encontraba algo más. Entonces Aliónushka cerró en seguida la puerta y apagó la luz. El bandolero volvió a la casa. -Déjame entrar o te mataré -gritó. -No. Si quieres, entras por la ventana -contestó Aliónushka y empuñó un hacha. En cuanto el bandolero asomó la cabeza por la ventana, ella se la cortó de un hachazo. Luego pensó: «Ya estarán al llegar los otros bandoleros. ¿Qué haría yo?» Conque agarró la cabeza y la metió en un saco. Luego tiró del cuerpo, lo descuartizó y fue metiendo los pedazos en sacos y en orzas. Al rato llegaron los demás bandoleros y, pensando que su compañero estaba vivo, preguntaron desde fuera: -¿Has terminado ya? -Sí -contestó Aliónushka imitando la voz del bandolero-. Ahí van dos sacos de dinero, una orza de manteca y unos jamones. Y fue pasando por la ventana los sacos y las orzas que había preparado y que los bandoleros cargaron en un carro. -iVámonos ya! -dijeron. -Id por delante -contestó Aliónushka-, mientras yo veo si queda algo más. Los bandoleros se marcharon. A primera hora de la mañana volvieron de la boda el pope y su mujer. Aliónushka les refirió todo lo ocurrido. -Yo sola he vencido a los bandoleros -terminó. Mientras, los bandoleros llegaron a su guardia y se quedaron de una pieza al ver el contenido de los sacos y las orzas. -¡La muy tal y tal...! Bueno, pues ahora lo va a pagar. Todos se vistieron muy bien y fueron a casa del pope a pedirle la mano de Aliónushka como si fuera para un bobalicón que andaba con ellos y al que también vistieron igual que si se tratara del novio. Pero Aliónushka los reconoció por la voz. -Bátiushka -le dijo a su padre-, estos son los bandoleros que vinieron la otra vez. -¡Qué disparate! -objetó el pope-. ¡Tan bien vestidos como van! Porque él estaba encantado de que gente de tan buena apariencia hubiera venido a pedir la mano de su hija sirtexigirle dote. Por mucho que lloró Aliónushka, de nada sirvió. -Si no aceptas este casamiento, te echaremos de casa -le dijeron sus padres. Conque concedieron su mano al bandolero bobalicón y celebraron la boda con gran pompa. Los bandoleros se marcharon después, llevándose a Aliónushka, y nada más entrar en el bosque dijeron: -¿La matamos aquí? Pero el bobalicón protestó: -Dejadla que viva aunque sólo sea un día para que yo pueda verla. -¿Y qué falta te hace verla? -Os lo pido por favor, hermanos. Los bandoleros consintieron y siguieron adelante con Aliónushka, hasta llegar a su guarida, donde se pusieron a beber y a divertirse. Luego dijeron: -Bueno, ya es hora de acabar con ella. Y el bobalicón otra vez: -Dejadme que pase por lo menos una nochecita con ella... -Es capaz de escaparse, so bobo. -Os lo pido por favor, hermanos. Los bandoleros accedieron también esa vez y los dejaron en un cuarto apartado. Entonces le dijo Aliónushka a su marido: -Déjame salir al patio a refrescarme un poco. -¿Y si te oyen? -No haré ruido. Déjame salir, aunque sea por la ventana. -Yo te dejaría; ¿pero y si te escapas? -Pues átame. Precisamente tengo una pieza de lienzo que me ha dado mi madre. Atame con ella por la cintura y déjame salir; luego, cuando tires, volveré a entrar por la ventana. El bobalicón la ató por la cintura, ella salió por la ventana, se desató en seguida, ató en su lugar a una cabra por los cuernos y al poco rato dijo: -Tira ahora. Y echó a correr. El bobalicón tiró del lienzo, y la cabra empezó «beee... beee...». Y a cada tirón, la cabra igual: «beee... beee...». -¿Pero por qué balas? -preguntó el novio-. Como te oigan los otros, te matarán sin más. Siguió tirando y se encontró con la cabra atada al lienzo. Todo asustado, el bobalicón no sabía qué hacer. -¡Maldita sea! Me ha engañado. Por la mañana entraron los bandoleros en la estancia. -¿Y la recién casada? -preguntaron. -Se ha marchado. -¡Tonto, más que tonto! Bien te lo advertimos. Pero tú... Montaron a caballo y partieron al galope detrás de Aliónushka con perros que ladraban, disparando ellos al aire, silbando... ¡Un espanto! Aliónushka, que los oyó, se metió en el agujero de un roble seco y allí se estuvo, quietecita, más muerta que viva, mientras los perros olisqueaban alrededor del árbol. -¿Estará ahí escondida? -le dijo un bandolero a otro-. Clava el cuchillo a ver, hermano. El otro bandolero metió su cuchillo en el agujero y le atinó a Aliónushka en una rodilla. Pero ella, que era muy lista, agarró su pañuelo y limpió la hoja con él. Cuando el bandolero vio que su cuchillo no estaba manchado, dijo: -No, no hay nadie. Y reanudaron su carrera en distintas direcciones, entre silbidos y gritos. Cuando Aliónushka notó que todo estaba en calma, salió de su agujero y echó a correr. Iba corriendo a todo correr, cuando oyó de nuevo a sus perseguidores. Pero por el camino iba un hombre conduciendo un carro lleno de artesas. -Buen hombre -le pidió Aliónushka-, escón-deme debajo de una artesa. -Se te manchará la ropa tan linda que llevas. -No importa. Escóndeme, por favor. Me vienen persiguiendo unos bandoleros. El hombre descargó todas las artesas, la escondió debajo de la que quedaba en el fondo y volvió a cargarlas. No había hecho más que terminar cuando aparecieron los bandoleros. -¿Has visto por aquí a una mujer? -No, muchachos; no he visto a nadie. -¡Mentira! Descarga las artesas. Empezó el hombre a descargar las artesas hasta que sólo quedó una. -Es inútil buscar aquí, muchachos. Sigamos adelante -dijeron los bandoleros, y reanudaron su galope entre gritos, silbidos y disparos. -Déjame salir de aquí, buen hombre -pidió Aliónushka cuando notó que todo estaba en calma. El hombre la dejó salir y ella reanudó su carrera. Iba corriendo a todo correr, cuando oyó de nuevo a sus perseguidores. Pero por el camino iba un hombre conduciendo un carro lleno de pieles curtidas. -Buen hombre -rogó Aliónushka-, escóndeme debajo de las pieles. Me persiguen unos bandoleros. -Tan linda como vas vestida, te mancharás toda debajo de las pieles. -No importa. Tú escóndeme. El hombre descargó las pieles, escondió a Aliónushka debajo de la última y volvió a cargarlas todas. No había hecho más que terminar cuando aparecieron los bandoleros. -¿Has visto por aquí a una mujer? -No, muchachos. -¡Mentira! Descarga las pieles. -Pero, muchachos, ¿cómo queréis que tire al suelo las pieles? Los bandoleros se lanzaron a hacerlo ellos mismos y las arrojaron casi todas. Sólo quedaron dos o tres. -Es inútil buscar aquí. Sigamos adelante -dijeron entonces, y reanudaron su galope entre gritos, silbidos y disparos. Cuando no se oyó más ruido ni estrépito rogó la muchacha: -Déjame salir de aquí, buen hombre. El hombre la ayudó a salir y ella reanudó su carrera. Corriendo a todo correr llegó a su casa cuando era ya medianoche y se acostó en una hacina, donde se quedó dormida bien escondida. Amaneció. Fue el pope a echarles comida a las vacas, pero en cuanto clavó la horquilla en la hacina, Aliónushka tiró de ella con las manos. -iVade retro! ¡Dios me ampare! -exclamó el pope santiguándose todo espantado, y luego preguntó-: ¿Quién está ahí dentro? Al reconocer la voz de su padre, Aliónushka salió de entre la paja. -¿Cómo estás aquí? -Pues porque los que vinieron a pedir mi mano eran unos bandoleros. Han querido matarme, pero yo me escapé. Y refirió todo lo que había padecido. Al cabo de un rato también se presentaron allí los bandoleros. Pero el pope escondió a Aliónushka. -Y mi hija, ¿cómo se encuentra? -les preguntó. -Bien, a Dios gracias. Se ha quedado atendiendo los quehaceres de la casa -contestaron los bandoleros y allí se instalaron como si hubieran ido de visita. El pope, entre tanto, llamó a unos soldados, hizo salir a Aliónushka de su escondite y preguntó: -¿Qué me decís de esto? Los bandoleros fueron entonces detenidos, maniatados y conducidos a la cárcel.


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